Cuando un ateo escribe sobre
“Dios”, lo hace por el simple hecho de que es la representación divina más
cercana a su entorno social, así que, aunque al ateísmo no es un rechazo a ese
“único” dios, lo tomamos como un concepto que generaliza sobre los miles de
códigos religiosos y mitológicos. Pero bueno, desde hace algún tiempo vengo
escuchando un concepto religioso que me llama la atención, lo escucho de esos creyentes
modernos o más jóvenes, quienes como cualquier cosa moderna, tratamos de
ajustarnos a la moda y a los “nuevos virajes” del conocimiento científico. Sin embargo,
este concepto es alimentado por pastores o lideres que intentan voltear la
imagen del dios tradicional. Resulta que como es normal, hemos conocido a un
dios (judeocristiano) figurativo del hombre, a su imagen y semejanza, tiránico
y egocéntrico, que busca alabanza, perdona al arrepentido y se vale de sus secuaces
para impartir justicia, salud y prosperidad. Los santos, la maría, Jesucristo divinizado,
ángeles, arcángeles, espíritu santo, todo ellos como el batallón misericordioso
que salva al mundo de las penas y del sufrimiento cada vez pierden
credibilidad. Como lo dije, el conocimiento científico está derrumbando
querubines, una película que vuelve a rodar unos cuantos siglos después, cuando
cayeron en nombre del cristianismo antiguos dioses personificados y de mayor coherencia
humana.
Pues hoy, la imagen de dios es
una representación única, solitaria, individual, donde la interacción con él es
de manera directa, sin intermediarios, sin batallones, sin comisionistas. Es una expresión donde se presenta al dios de
occidente como un núcleo, el foco de toda sabiduría y expresión de
misericordia, arrinconado por la ciencia y el mundo moderno a una simple idea
todopoderosa, omnipotente, alejado de toda circunstancia conexa, como un
vinculo extraño entre el “yo” y el “dios” de todos, que me escucha mientras
escucha a miles. Es un dios creador, inventor, que mueve los hilos de la
ciencia para permitirle al hombre conocer como actúa su voluntad, como hizo el
universo, eso sí, espero millones de años para hacérnoslo saber. Un dios a la
medida es lo más fácil para hacerle frente a las múltiples objeciones.
Las contradicciones teológicas llegan
a un punto de no retorno, se estancan en una esquina, acorraladas, sumisas
esperando solo el golpe final… la ciencia está cerca de encontrar respuestas
profundas, pero la argucia cada vez se camuflará déjenme decirlo, de manera estúpida.
Sostener ese divino aparato es
costoso, quema neuronas, quita esperanzas, borra ilusiones, suprime la innovación
y descarta la esencia del hombre, arropa la belleza femenina, la fracciona y la
humilla, tiene la negación de la negación, si imprime sobre papel mojado y
retiene el tiempo en la oscuridad. No importa
que alaben, que amen, que imploren, que expresn hermandad, en el fondo la cultura
religiosa esconde el peor de los males: la esperanza perdida en futuros
inciertos y verdades fantásticas.
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