sábado, 21 de septiembre de 2013

La peor manera de decir “gracias a dios”


Gracias a dios usted lee este blog, si no fuera por eso, estaría condenado al olvido cibernético.

Todo está condicionado en algo, fuera valentía, adiós capacidades, cero esperanza. Bienvenida la fe ciega, la condición incierta y la incapacidad espiritual.

El convencimiento gaseoso de que en algún momento dios lo hace, lo puede y lo permite no solo es una condición básica del Ser, sino un aspecto que daña el Ser, lo reduce y lo somete a un postulado insensato y de bajo valor social.

Un “gracias a dios” se convierte en la impertinencia del creyente ante los ojos del mundo que lo aplaude, un gracias a dios es la cuota falsa de la humildad religiosa, un gracias a dios es la razón que permite desconocer las capacidades humanas.

Por el buen trabajo “gracias a dios”, por la relación nueva, por el carro nuevo y torpemente por ganar un partido de futbol gracias a nada. Así celebran los creyentes, tal vez como una forma inconsciente de no reconocerse como triunfadores genuinos, o tal vez como la forma consciente y deliberada por creerse un instrumento divino y en el peor de los casos como los ratones de un experimento celestial.

“Gracias a dios”, probablemente tenga un valor espiritual que rellena una parte de impotencia humana y tal vez por eso, nunca un creyente desertará el lenguaje confuso que a diario utiliza.

La peor manera de decir “gracias a dios” es frente a usted mismo, creyente. 


 

martes, 2 de julio de 2013

El hombre moderno: una contradicción natural y evolutiva.


Desde hace décadas, una ola de buenos valores comenzaron a fluir por el mundo. La fracasada humanidad de las guerras mundiales generó una sensibilidad extraña en el planeta. Los ciclos históricos repetían incansablemente la desdichada situación: oscuridad y renacimiento. Pero, esa sensibilidad no fue lo suficientemente contagiosa, la humanidad siguió el camino de la depredación, la explotación y la injusticia incalculables. ¿Que nos detiene? Nada en absoluto, seguimos pensando que nuestra existencia preferencial otorgada por unos dioses imaginarios es la justificación perfecta para devorarnos cuanta cosa aparezca en el camino. Occidente se levanta honroso y se permite orientar al mundo bajo sus principios adaptativos.

Cuando los científicos proponen la teoría evolutiva, las religiones brincaron estrepitosamente, no era posible admitir que la imagen que su dios nos regalo, se cambiara por el rastro genético en la transformación de los primates y otras especies. La teoría de la evolución concluyó de manera categórica nuestra descendencia animal y nos desligó radicalmente de la voluntad divina de la creación. Somos animales, y no solo habitamos este planeta si no que, lo compartimos con otras especies de la naturaleza.

Pero la naturaleza, creadora y proveedora no previó su mismo desastre. Aquel simio erguido ahora amenaza con destruirla, arrasa con sus manteles verdes, asesina, sacrifica y flagela exageradamente a sus hijos animales; los mata por placer y come por obsesión; dignifica seres invisibles, justifica la agresión, contamina sus venas vivas, mutila tus cordilleras, oscurece su aire, riega sus entrañas en los mares, convierte lo natural en dañino y se reproduce sin control. 

¿Es el hombre una contradicción natural? La humanidad se desligó totalmente de quien la vio nacer (Naturaleza) y se olvidó por completo de aquellos quienes la vieron crecer (Animales). 

La contraevolución (Hombre moderno) ha pretendido globalizarse en las últimas décadas, las sociedades coherentes del Oriente sienten un influjo invasor que arrasa con sus culturas adaptativas, las arrincona sin más opciones a veces que subyugarse. En hispano América nos cortaron el vínculo natural que nos unía con la esencia misma, con la “pacha mama”.  

Lo esperanzador y positivo, es que la Humanidad moderna puede ser solo una desagradable y fugaz fracción del ciclo material del universo y el planeta, solo nos queda reflexionar si esa capacidad enorme de destruir la propia naturaleza, bastará para extinguir millones de años como si se tratara de un parpadeo.
El hombre moderno es, sin duda, una contradicción natural.

M. Alejandro Lemus.
Administrador Público.